"Juventud
divino tesoro" así reza una frase muy conocida, mayormente resaltada por
los ancianos que recuerdan con orgullo los tiempos de su juventud. Esos años en
los que fueron formados en valores y obligaciones. Pero lo que nunca faltaba en
la juventud dominicana del siglo pasado, era el respeto y el amor que tenían
por su Patria. Aquel lazo amoroso tan fuerte, que si la Quisqueya peligraba la defendían
hasta con su vida de ser necesario.
La
República Dominicana tiene una historia que debe llenarnos de orgullo, a pesar
de toda la sangre que se derramo para que fuera forjada. "El pueblo que no
recuerda su historia, está condenado a repetirla" esta frase del poeta y
filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz no se equivocaba en su significado,
y éste país no se escapa de esa realidad. La capacidad que tenemos para olvidar
nuestro pasado es comparable al tiempo que tarda un pobre con hambre en devorar
un plato de sancocho, es decir, que nuestro pasado se esfuma de nuestras mentes
sin darnos cuenta. Y eso se paga caro.
Duarte
tenía un sueño el cual era ver su nación libre. Sueño que se hizo realidad el
27 de febrero del 1844 con la Independencia Nacional. Luego, en varias partes
de nuestra historia, fuerzas extranjeras y militares, y sectores de la oligarquía
y la burguesía intentaron arrebatarnos la libertad que nos había costado tanta
sangre. Pero gracias al valor de la juventud dominicana que luchó valientemente,
esto no sucedió.
Vale
recordar con respeto la juventud que luchó en la guerra civil que explotó el 24
de abril del 1965. Donde todo el pueblo dominicano demostró que su libertad no se
entregaría, sea quien fuera que la quisiera. Siento nostalgia cada vez que
recuerdo como el 27 de abril del 65 en el puente Duarte, el pueblo defendió su
constitución, sus derechos y su democracia con armas, con piedras, con palos y
hasta con sus propios cuerpos, siendo ametrallados y bombardeados, enfrentando
tanques de guerra, militares fuertemente armados con fusiles y ametralladoras,
en fin todo el cargamento militar de la época, todo para evitar que los golpistas
comandados por Elías Wessin y Wessin cruzaran el puente y tomaran el Palacio Nacional.
Miles
de personas se dirigieron esa mañana hacia la parte occidental del puente, ante
un llamado del bloque de los Constitucionalistas comandados por el Coronel
Francisco Alberto Caamaño Deño, informando que la patria estaba en peligro y necesitaba
la ayuda de los civiles, los cuales solo pidieron armas. Los dominicanos de
aquella época entregaron sus vidas por la patria. Se estima que más de 4 mil
dominicanos murieron en la Guerra del 65.
La
última insurrección del pueblo dominicano, fue la ocurrida en el 1984 cuando en
una semana santa, al retornar a sus hogares los ciudadanos encuentran todos los
productos aumentados hasta en un 200%, por lo que se lanzaron a las calles a
protestar. Siendo muchos los acribillados,
ya que el presidente Jorge Blanco mandó las fuerzas armadas a las calles con órdenes
de asesinar a quienes estaban en protesta. Luego de ese crimen de lesa
humanidad, por culpa del sistema social que nos domina, el sueño de Duarte fue
olvidado, y justo ahí, se separó de la juventud que luchaba por mantenerlo
vivo.
El
neoliberalismo se ha encargado de idiotizar la juventud que hoy en día tenemos.
Inculcándole el consumismo, el alcoholismo, sexo por placer, dinero fácil y
toda otra forma que desmoralice al ser humano, como el dembow por ejemplo. Este
sistema nos convierte en simples peones que solo servimos para trabajar y
mantener vicios.
Pero
aun hay esperanza de que todo cambie, la chispa de la revolución no se ha
apagado por completo. El sistema no puede engañarnos a todos. En nuestras manos
está recuperar lo perdido, nosotros podemos hacer que el sueño de Duarte
recobre vida en cada corazón de todo joven dominicano.
Jairol Pacheco
@jairolpacheco
jairol_pacheco@hotmail.com